Han pasado dos meses desde que varios miles de personas de muchas partes de Galicia se reunieron en Santiago de Compostela. Era el Día Internacional del Medio Ambiente. Y en esa fecha, el 5 de junio, decidieron unirse para exigir un nuevo modelo energético, una nueva transición energética.
Puede parecer contradictorio, ¿verdad? Personas que se autodenominan ambientalistas gritando contra el avance de las energías renovables, y la eólica en particular. Veámoslo con cierta pausa. Pongamos la atención en los mensajes, parcialmente recogidos en las fotografías que acompañan a esta noticia. Ahí podemos ver mensajes que ilustran una posición muy alejada de lo que inicialmente uno podría pensar.
Aquellos niños y niñas que portaban una pancarta que decía «Ya no queremos más eólicos» mostraron cierta saturación y aborrecimiento por tratar de esparcir ese tipo de energía a muchas partes del territorio. Similar fue el lema principal de la concentración «eólica así No». No solicitaban eliminar los que ya están ahí sino introducir una cierta lógica porque muchos consideran que «los aerogeneradores amenazan la vida en los pueblos», principalmente porque ahora los aerogeneradores han bajado de las montañas para ocupar espacio alrededor del campo y de núcleos habitados. La conservación de la biodiversidad y los manantiales también formaron parte de la narrativa, en aquel mensaje «la sed de capital, secará el manantial». También la demanda de protección de la biodiversidad en general o de espacios tan singulares como la Serra do Suído o la Serra da Groba. No eran, por tanto, mensajes contra el progreso sino a favor de la conservación y el cambio de modelo.
La defensa de los valores patrimoniales, de los bienes catalogados y de los que aún no lo están, también dio contenido a varias de las pancartas. Y por supuesto, la puesta en valor de las formas de vida rural, frente al industrialismo que representa la implantación del modelo eólico actual, también se incluyeron en la marcha por las calles de la capital gallega. Cabe mencionar «el rural nuestra herencia», «quiero vivir en el campo y no en un parque eólico», o «la pérdida de tierra no es renovable».
Finalmente, también se pudo observar cómo los manifestantes expresaban su ira por la injusticia social que implica producir mucha energía, electricidad en este caso, y no haber obtenido ingresos suficientes para la sociedad gallega. Hubo el clásico «sí, sí, sí, eólica para Madrí», también el «quitad vuestras manos de los recursos naturales», o el «sacrificio del rural, en beneficio del capital». Y no podía faltar el «no al espolio de las eólicas».
En definitiva, una jornada de reivindicación de un futuro diferente para la sociedad y el medio rural gallegos. Los eólicos siempre se instalan en las aldeas, y son estas y las zonas rurales, las que están perdiendo más población, las que tienen los peores servicios públicos básicos. En la «autogestión comunal contra esta invasión» hay algunas claves para construir un futuro diferente. Quienes afirmaban que «el campo quiere gente, no parques eólicos» también anhelaban ese otro futuro imaginado.
Que esta movilización social, aún viva en todo el país, sirva para cambiar el modelo de desarrollo energético, dando una mayor participación a las comunidades rurales, es también el objetivo del Observatorio Eólico de Galicia. Y en eso continuamos.